domingo, 16 de diciembre de 2018

MIGUEL HERNÁNDEZ: EL RAYO QUE NO CESA


La obra salió publicada el 24 de enero de 1936, en Madrid. Consta de 30 composiciones (27 sonetos y 3 poemas), los 27 sonetos en rima ABBA ABBA CDE CDE. 
Las otras tres composiciones son un poema de 9 cuartetas octosilábicas que riman abab «Un carnívoro cuchillo»; un poema central «Me llamo barro» de 61 versos con la fórmula de silva endecasílaba en el que se insertan también alejandrinos y pentasílabos y una «Elegía a Ramón Sijé» en tercetos a la muerte de su amigo oriolano Ramón Sijé (24-12-35), rematados con un serventesio.

El tema central es el amor, que aparece en la obra tratado de un modo que resulta cercano al Cancionero de Petrarca; la amada es idealizada y presentada como una causa de sufrimiento para el poeta y como destinataria expresa de gran parte de las composiciones. Asimismo, podemos observar estilísticamente la influencia de Góngora o incluso de poetas de su época como Aleixandre y Neruda.

Estos sonetos representan una catarsis sublime del poeta, una purificación de las pasiones dentro del caudal turbulento y tormentoso, renacido en Miguel como resultado de unas experiencias amorosas de rechazo, y posiblemente dedicados a tres amores: Josefina Manresa, Maruja Mallo y María Cegarra. Aunque para disimular y contentar a su novia Josefina, escribiera en la dedicatoria: «A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya». Pero en realidad todavía no sabemos quién es la destinataria de la dedicatoria de este libro, aunque José Luis Ferris especula sin pruebas en Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta9, que la dedicatoria es para Maruja Mallo.

“Corazón” es la palabra más empleada con 33 veces; seguida de “toro” con 14 veces; “sangre” con 13; “pena” 12 y alusiones a “pena o penar” 20 veces; “muerte” 10; “dolor” otras 10 veces; “amor y beso”, ambas con 9 veces; “rayo” 8 veces, y “barro” otras 8 veces; etc.

En un primer acercamiento percibimos que el poeta siente con el corazón, que sufre y soporta como el toro con quien a veces se compara o se metamorfosea, que sangra, que asume penas, angustias, que nos habla de y sobre la muerte y el dolor en un estado de miseria amorosa y que sufre por el amor insatisfecho, sobrelleva mal la necesidad de ser querido por medio de los besos o caricias ausentes por parte de la amada como necesidad de reafirmación del yo.

Símbología
a- El rayo
«El rayo, fenómeno meteorológico de apocalípticas resonancias» (pg. 65 de la Antología Comentada, Ediciones de la Torre, 2002, de Francisco Esteve), «es elegido por Miguel Hernández como símbolo de su atormentado amor y sirve de título a uno de sus mejores obras: El rayo que no cesa, en el que describe el amor como destino trágico en su vida»
b- La muerte
La muerte se repite constantemente, porque El rayo que no cesa, además del amor fatalista, lo es también de muerte, la muerte como fin del dolor espiritual y carnal.
c- La pena
La fiera herida de Miguel se desangra en la deslumbrante pena sin consuelo, alusiones a la pena que solamente en El rayo se repite 20 veces.
d- El amor
«La palabra "amor" abarca tanto el impulso humano de la sexualidad como el arrebato de la misticidad y la sublimación del erotismo».
e- El toro

El poeta se enaltece unas veces con el vigor y la nobleza del toro de lidia, otras veces es burlado, o «solo llora en la ribera» (v. 13, soneto 26). Los atributos del toro son una reafirmación de la virilidad que aparece en la metáfora como un fruto en la ingle. Es un símbolo de bravura pero sobre todo, de fijeza, de un ser no-nacido para la humillación y la burla, al que se le somete en las corridas de toros.

A continuación, algunos sonetos de "El rayo que no cesa":

nº 23
Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

nº 6
Umbrío por la pena, casi bruno, 
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla 
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno, 
pena es mi paz y pena mi batalla, 
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona, 
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.


No podrá con la pena mi persona 
rodeada de penas y de cardos: 
¡cuánto penar para morirse uno!

nº 9
Fuera menos penado si no fuera 
nardo tu tez para mi vista, nardo, 
cardo tu piel para mi tacto, cardo, 
tuera tu voz para mi oído, tuera.

Tuera es tu voz para mi oído, tuera,
y ardo en tu voz y en tu alrededor ardo, 
y tardo a arder lo que a ofrecerte tardo
miera, mi voz para la tuya miera.

Zarza es tu mano si la tiento, zarza, 
ola tu cuerpo si lo alcanzo, ola,
cerca una vez, pero un millar no cerca.

Garza es mi pena, esbelta y triste garza, 
sola como un suspiro y un ay, sola,
terca en su error y en su desgracia terca.

nº10
Tengo estos huesos hechos a las penas 
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas, 
voy en este naufragio de vaivenes
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro, 
si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro, 
voy entre pena y pena sonriendo.

nº 16
Si la sangre también, como el cabello, 
con el dolor y el tiempo encaneciera,
mi sangre, roja hasta el carbunclo, fuera
pálida hasta el temor y hasta el destello.

Desde que me conozco me querello
tanto de tanto andar de fiera en fiera 
sangre, y ya no es mi sangre una nevera
porque la nieve no se ocupa de ello.

Si el tiempo y el dolor fueran de plata 
surcada como van diciendo quienes
a sus obligatorias y verdugas


reliquias dan lugar, como la nata, 
mi corazón tendría ya las sienes 
espumosas de canas y de arrugas.

nº 20
No me conformo, no: me desespero 
como si fuera un huracán de lava
en el presidio de una almendra esclava 
o en el penal colgante de un jilguero.

Besarte fué besar un avispero
que me clava al tormento y me desclava 
y cava un hoyo fúnebre y lo cava
dentro del corazón donde me muero.

No me conformo, no: ya es tanto 
y tanto idolatrar la imagen de tu beso
y perseguir el curso de tu aroma.


Un enterrado vivo por el llanto, 
una revolución dentro de un hueso, 
un rayo soy sujeto a una redoma.


Antes de "El rayo que no cesa", Miguel Hernández había publicado "Perito en lunas" compuesto por una serie de octavas en las que se encierra un acertijo a través de metáforas.
Una octava de "Perito en lunas":

Octava XXVII
Bailada ya la vid, se anilla y moja
sucesiones de círculos con aros,
vientres que ordeña el puño en cubos claros
por un sexo sencillo que se afloja.
Y la inseguridad por dentro roja,
traducción apagada de los faros,
con interpretaciones serpentinas,
equivocando pies, consulta esquinas.

Posteriormente publicará "Cancionero y romancero de ausencias", dentro del que se encuentra "Las nanas de la cebolla":
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

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