Cinco horas con Mario
(1966) marca una nueva etapa en la narrativa de Delibes; de un lado muestra su
dominio de las modernas técnicas de novelar; del otro, evidencia un sentido
crítico más profundo y mayor compromiso con la realidad social del momento. La
obra aparece estructurada en tres partes: acaba de morir Mario, catedrático de
Instituto, de mediana edad; la esquela recoge los datos circunstanciales;
asistimos al duelo, las visitas y los pésames. La parte central -a la que
pertenece el fragmento- corresponde a las cinco horas en las que la viuda
(Carmen) vela el cadáver, al tiempo que rememora -mediante un largo soliloquio-
los años pasados en común, dejando entrever la profunda diferencia ideológica y
humana que existía entre ambos.
Pero tú les das demasiadas alas a los niños, Mario, y con los niños hay
que ser inflexibles, que aunque de momento les duela, a la larga lo agradecen.
Mira Mario, veintidós años y todo el día de Dios leyendo o pensando, y leer y
pensar es malo, cariño, convéncete, y sus amigos ídem de lienzo, que me dan
miedo, la verdad. No nos engañemos, Mario, pero la mayor parte de los chicos
son hoy medio rojos, que yo no sé lo que les pasa, tienen la cabeza loca, llena
de ideas estrambóticas sobre la libertad y el diálogo y esas cosas de que
hablan ellos. ¡Dios mío, hace unos años, acuérdate! Ahora no le hables a un
muchacho de la guerra, Mario, y ya sé que la guerra es horrible, cariño, pero
el fin y al cabo es oficio de valientes, que de los españoles dirán que hemos
sido guerreros, pero no nos ha ido tan mal me parece a mí, que no hay país en
el mundo que nos llegue a los talones, y le oyes a papá, “máquinas, no; pero
valores espirituales y decencia para exportar”. Y tocante a valores religiosos,
tres cuartos de lo mismo, Mario, que somos los más católicos del mundo y los
más buenos, que hasta el Papa lo dijo, mira en otros lados, divorcios y
adulterios, que no conocen la vergüenza ni por el forro. Aquí, gracias a Dios,
de eso, fuera de cuatro pelanduscas, nada, tú lo sabes, mírame a mí, es que ni
se me pasa por la imaginación, ¿eh?, no hace falta que te lo diga, porque
ocasiones, ya ves Eliseo San Juan, qué persecución la de este hombre, “qué
buena estás, qué buena estás, cada día estás más buena”, es una cosa mala, pero
él lo dice por decir, a ver, de sobras sabe que pierde el tiempo, a buena parte
va, ¡menuda! Y Eliseo no está nada mal, mira Valen, “como animal no tiene
desperdicio”, que es un tipazo, ya ves qué cosas, pero yo ni caso, como si no
fuese conmigo, ni por Eliseo ni por San Eliseo, te lo juro. “Los principios son
los principios”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario