"(Le da la mano. Doña Antonia se limpia la suya y se la estrecha encantada, sorprendida de los buenos modales de alguien en aquella casa.)
ANTONIA.— ¡Huy! Encantada, hija. Antonia del Campo,
calle de la Sal, doce, bajo C. Allí tienes tu casa.
¡Ay, Dios mío! Otra infeliz que cayó en el vicio,
con la cara de buena que tienes. ¡En fin!
(Se arregla la ropa y coge el bolso.) Bueno,
me voy a echar un bingo. A ver si cojo hoy un
par de líneas por lo menos. A esta hora es cuando
está mejor y más decente. Como está enfrente del
mercado, sólo señoras, amas de casa y alguna criada.
CHUSA.— Adiós, doña Antonia, que siga usted bien.
ELENA.— Adiós, y encantada.
ANTONIA.— Y a ver si venís algún sábado a las
reuniones, que si cae un rayo allí no os pilla, no.
Hala, adiós.
CHUSA.— No se preocupe, que el sábado vamos sin
falta los cuatro. Adiós, adiós. (Sale Doña Antonia.)
¡Puf! Menos mal. Si no es por el bingo hoy no nos la
quitamos ya de encima.
ELENA.— ¿Y tenemos que ir el sábado a una reunión?
¿Qué reunión?
CHUSA.— Esa es otra. Un sábado nos lió y nos llevó
a una reunión de neocatecumenales. Sí, sí: «No estás
solo, el Señor te guarda...», y todo eso.
ELENA.— Está peor que mi madre.
CHUSA.— ¿También es neocatecumenal?
ELENA.— Era lo que le faltaba.
CHUSA.— Pues chica, ésta nos ha metido cada rollo
con las catequesis que dan y eso... Además, como
es para recuperación de marginales a nosotros nos
viene al pelo, como ella dice.(Ríen las dos.)
Como somos «drogadictos», por cuatro porros, sabes;
pero es que para ella todas las drogas son iguales
y pecado. Pero el coñac es agua bendita, eso sí.
ELENA.— ¿Y qué hacías allí el día que fuisteis?
CHUSA.— Cantábamos. Cantábamos todos muy serios.
(Canta imitando.) «Cuando el Señor dijo Sión...
todos nos fuimos al pantano...», o algo así.
(Ríen las dos.) Como te coja un día por banda
no te vas a reír, no. Es peor que el telediario.
ELENA.— ¿Y el hijo también es neocatecumenal?
CHUSA.— ¿Alberto? ¡Qué dices! Alberto es normal,
aunque le veas así vestido de policía, es
completamente normal. Bueno, también es que
lleva poco tiempo. Es muy guapo, ¿no?
ELENA.— No está mal, aunque así, con esa ropa,
no me hago una idea.
CHUSA.— Pues a mí me encanta, chica.
Con esa ropa, con cualquier ropa, y sin ropa.
Bueno, tenemos que prepararlo bien todo para
el viaje. Hay que llevar pocos bultos para que
no nos paren e ir bien vestidas. ¿Sólo tienes eso?,
¿no tienes nada que te dé más pinta de mayor?
ELENA.— En casa sí, pero aquí... La falda que
tengo en la bolsa, si acaso. (La saca de la bolsa.)
Me puedo poner ésta y el jersey marrón. Puedo ir a
por más ropa si quieres el fin de semana, que no
está mi madre; se va a la sierra.
CHUSA.— ¿El fin de semana? Si nos vamos pasado
mañana o al otro como mucho.
ELENA.— ¿Así? ¿Tan pronto?
CHUSA.— Ahora en Semana Santa es mejor. Hay más
turistas, más lío, viaja más gente... ¿Te echas
atrás?
ELENA.— No, no, sí quiero ir, pero no sé si sabré
así tan pronto. Como no me lo has explicado bien,
a lo mejor no sé.
CHUSA.— No hay nada que explicar. Vamos, llegamos,
lo compramos y volvemos.
ELENA.— ¿Dónde cogemos el tren? ¿En Atocha?
CHUSA.— Pues sí, en Atocha. ¿Y eso qué mismo da,
si es en Atocha o no es en Atocha?
ELENA.— Nada, mujer, es por saber. En Atocha.
Este pantalón es muy bonito, me lo tienes que
dejar algún día. (Saca del armario y se prueba
un pantalón de Chusa.) En Atocha.
CHUSA.— Sí, en Atocha. Montamos en el tren, una
detrás de la otra. Antes hay que sacar los billetes.
(Elena la mira sin entender por qué le dice esa
tontería. Chusa le ayuda a hacer un hueco en su
armario y a colocar sus ropas, probándose algunas
que le gustan.) Bueno, mira: vamos primero a
Algeciras, y para eso cogemos el tren en Atocha.
Y luego allí, un barco nos cruza en dos horas.
ELENA.— En el barco me mareo. Yo enseguida
lo echo todo.
CHUSA.— Mientras no te dé colitis a la vuelta,
te puedes marear y vomitar lo que quieras.
Está la barandilla del barco puesta a una
altura a propósito, y el mar ni se entera.
Te pones en la cola, y hala.
ELENA.— Yo me pongo malísima.
CHUSA.— Si no es nada. Dos horas. No te das ni cuenta.
Es peor el tren, que es un latazo. Tarda como doce horas.
ELENA.— ¿Tanto?
CHUSA.— Es un mogollón de tren; está lleno de moros,
huele mal... Seguro que nos encontramos a alguien
conocido en él, basquilla. Pero tampoco hay que
dar mucho cante, que están los trenes últimamente
fatal; a la mínima de cambio, como te fumes un
canuto, ya la has hecho. Por eso nosotros, suavito.
Nos compramos unos bocatas para comer algo en el
viaje, y a las diez o así de la mañana llegamos.
Sale de aquí a las diez de la noche y llega allí
a las diez de la mañana. Doce horas, lo que te digo.
Luego, en Algeciras vamos rápido, a ver si podemos
pillar el barco de las diez y media o el de las doce,
como mucho. Llegamos a Ceuta y nos vamos directamente
a la estación de autobuses y a Tetuán. Allí cogemos
otro autobús, y a Chagüe, que es un pueblecito
rodeado de tres montañas, muy bonito, como esos
que salen en las películas, con los techos así redondos,
todo blanco, precioso. "
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