Las costumbres de Alcolea eran españolas puras, es decir, de un absurdo completo.
El pueblo no tenía el menor sentido social; las familias se metían en sus casas, como los trogloditas se
metían en su cueva. No había solidaridad; nadie sabía ni podía utilizar la fuerza de la asociación. Los hombres iban al trabajo y a veces al casino. Las mujeres no salían más que los domingos a misa.
En la época del tratado de los vinos con Francia, todo el mundo, sin consultarse los unos a los otros, comenzó a cambiar el cultivo de sus campos, dejando el trigo y los cereales y poniendo viñedos; pronto el río de vino de Alcolea se convirtió en río de oro. En este momento de prosperidad, el pueblo se agrandó, se limpiaron las calles, se pusieron aceras, se instaló la luz
eléctrica...; luego vino la terminación del tratado, y como nadie sentía la responsabilidad de representar al pueblo, a nadie se le ocurrió decir: «Cambiemos el cultivo; volvamos a nuestra vida antigua; empleemos la
riqueza producida por el vino en transformar la tierra para las necesidades de hoy.» Nada.
eléctrica...; luego vino la terminación del tratado, y como nadie sentía la responsabilidad de representar al pueblo, a nadie se le ocurrió decir: «Cambiemos el cultivo; volvamos a nuestra vida antigua; empleemos la
riqueza producida por el vino en transformar la tierra para las necesidades de hoy.» Nada.
El pueblo aceptó la ruina con resignación.
-Antes éramos ricos -se dijo cada alcoleano-. Ahora seremos pobres. Es igual: viviremos peor; suprimiremos nuestras necesidades.
Aquel estoicismo acabó de hundir al pueblo.
Era natural que así fuese; cada ciudadano de Alcolea se sentía tan separado del vecino como de un extranjero. No tenían una cultura común (no la tenían de ninguna clase); no participaban de admiraciones comunes: sólo el hábito, la rutina, les unía; en el fondo, todos eran extraños a todos.
ACTIVIDADES:
1.- ¿Qué dos aspectos critica de los alcoleanos?
2.- ¿Se puede decir que esa crítica se hace extensible al resto de España? Justifícalo con el texto.
3.- ¿Qué representa Alcolea del Campo en la novela?
4.- ¿Baroja es sutil en sus críticas? Utiliza un método apriorístico o las críticas las hace a posteriori?
TEXTO 2: LA POLÍTICA EN ESPAÑA.
La política de Alcolea respondía perfectamente al estado de inercia y desconfianza del pueblo. Era una política de caciquismo, una lucha entre dos bandos contrarios, que se llamaban el de los Ratones y el de los Mochuelos; los Ratones eran liberales, y los Mochuelos conservadores. En aquel momento dominaban los Mochuelos. El Mochuelo principal era el alcalde, un hombre delgado, vestido de negro, muy clerical, cacique de formas suaves, que suavemente iba llevándose todo lo que podía del municipio. El cacique liberal del partido de los Ratones era don Juan, un tipo bárbaro y despótico, corpulento y forzudo, con unas manos de gigante, hombre que, cuando entraba a mandar, trataba al pueblo en conquistador. Este gran Ratón no disimulaba como el Mochuelo; se quedaba con todo lo que podía, sin tomarse el trabajo de ocultar decorosamente sus robos.
Alcolea se había acostumbrado a los Mochuelos y a los Ratones, y los consideraba necesarios. Aquellos bandidos eran los sostenes de la sociedad; se repartían el botín; tenían unos para otros un “tabú especial”. Andrés podía estudiar en Alcolea todas aquellas manifestaciones del árbol de la vida, y de la vida áspera manchega: la expansión del egoísmo, de la envidia, de la crueldad, del orgullo. A veces pensaba que todo esto era necesario; pensaba también que se podía llegar, en la indiferencia intelectualista, hasta disfrutar contemplando estas expansiones, formas violentas de la vida. (…)
Andrés discutía muchas veces con su patrona. Ella no podía comprender que Hurtado afirmase que era mayor delito robar a la comunidad, al ayuntamiento, al Estado, que robar a un particular. Ella decía que no; que defraudar a la comunidad no podía ser tanto como robar a una persona. En Alcolea casi todos los ricos defraudaban a la Hacienda , y no se les tenía por ladrones. Andrés trataba de convencerla de que el daño hecho con el robo a la comunidad era más grande que el producido contra el bolsillo de un particular; pero la Dorotea no se convencía.
«¡Qué hermosa sería una revolución -decía Andrés a su patrona -, no una revolución de oradores y de miserables charlatanes, sino una revolución de verdad! Mochuelos y Ratones, colgados de los faroles, ya que aquí no hay árboles; y luego lo almacenado por la moral católica, sacarlo de sus rincones y echarlo a la calle: los hombres, las mujeres el dinero, el vino todo a la calle.»
Dorotea se reía de estas ideas de su huésped, que le parecían absurdas.
Como buen epicúreo, Andrés no tenía tendencia alguna por el apostolado. Los del centro republicano le habían dicho que diera conferencias acerca de la higiene pero él estaba convencido de que todo aquello era inútil, completamente estéril. ¿Para qué? Sabía que ninguna de estas cosas había de tener eficacia, y prefería no ocuparse de ellas. Cuando le hablaban de política, Andrés decía a los jóvenes republicanos
-No hagan ustedes un partido de protesta. ¿Para qué? Lo menos malo que puede ser es una colección de retóricos y de charlatanes; lo más malo es que sea otra de Mochuelos o de Ratones.
-Pero, ¡don Andrés! ¡Algo hay que hacer!
-¡Qué van ustedes a hacer! ¡Es imposible! Lo único que pueden ustedes hacer es irse de aquí.
ACTIVIDADES:
1.- ¿Cómo nos presenta aquí Baroja la política de Alcolea?
2.- ¿Qué aspecto se critica de la mentalidad de Dorotea?
3.- ¿Andrés cree que hay una posibilidad para la regeneración democrática?
4.- ¿Cuál es la solución que propone?
TEXTO 3: LA EDUCACIÓN EN ESPAÑA.
Desde el suelo hasta cerca del techo se levantaba una gradería de madera muy empinada con una escalera central, lo que daba a la clase el aspecto del gallinero de un teatro.
Los estudiantes llenaron los bancos casi hasta arriba; no estaba aún el catedrático, y como había mucha gente alborotadora entre los alumnos, alguno comenzó a dar golpecitos en el suelo con el bastón; otros muchos le imitaron, y se produjo una furiosa algarabía.
De pronto se abrió una puertecilla del fondo de la tribuna, y apareció un señor viejo,muy empaquetado, seguido de dos ayudantes jóvenes. Aquella aparición teatral del profesor y de los ayudantes provocó grandes murmullos; alguno de los alumnos más atrevido comenzó a aplaudir, y viendo que el viejo catedrático no sólo no se incomodaba, sino que saludaba como reconocido, aplaudieron aún más.
—Esto es una ridiculez —dijo Hurtado.
—A él no le debe parecer eso —replicó Aracil riéndose—; pero si es tan majadero que le gusta que le aplaudan, le aplaudiremos.
El profesor era un pobre hombre presuntuoso, ridículo. Había estudiado en París y adquirido los gestos y las posturas amaneradas de un francés petulante. El buen señor comenzó un discurso de salutación a sus alumnos, muy enfático y altisonante, con algunos toques sentimentales: les habló de su maestro Liebig, de su amigo Pasteur, de su camarada Berthelot, de la Ciencia , del microscopio...
Su melena blanca, su bigote engomado, su perilla puntiaguda, que le temblaba al hablar, su voz hueca y solemne le daban el aspecto de un padre severo de drama, y alguno de los estudiantes que encontró este parecido, recitó en voz alta y cavernosa los versos de Don Diego Tenorio cuando entra en la Hostería del Laurel en el drama de Zorrilla: Que un hombre de mi linaje Descienda a tan ruin mansión.
Los que estaban al lado del recitador irrespetuoso se echaron a reír, y los demás estudiantes miraron al grupo de los alborotadores.
—¿Qué es eso? ¿Qué pasa? —dijo el profesor poniéndose los lentes y acercándose al barandado de la tribuna—. ¿Es que alguno ha perdido la herradura por ahí? Yo suplico a los que están al lado de ese asno que rebuzna con tal perfección que se alejen de él, porque sus coces deben ser mortales de necesidad.
Rieron los estudiantes con gran entusiasmo, el profesor dio por terminada la clase retirándose, haciendo un saludo ceremonioso y los chicos aplaudieron a rabiar. -En mi tiempo pasaba lo mismo- dijo Iturrioz-.
Los profesores no sirven más que para el embrutecimiento metódico de la juventud estudiosa. Es natural. El español todavía no sabe enseñar; es demasiado fanático, demasiado vago y casi siempre demasiado farsante.
Los profesores no tienen más finalidad que cobrar su sueldo.
-Además falta disciplina.
-Y otras muchas cosas. Pero bueno, ¿tú que vas a hacer?. ¿No te entusiasma visitar?.
-No.
-¿Y entonces qué plan tienes?.
-Plan personal?. Ninguno.
-Demonio. ¿Tan pobre estás de proyectos?.
-Sí, tengo uno: vivir con el máximo de independencia. En España en general no se paga el trabajo, sino la sumisión. Yo quisiera vivir del trabajo, no del favor.
"Tenía Andrés cierta ilusión por el nuevo curso, iba a estudiar Fisiología y creía que el estudio de las funciones de la vida le interesaría tanto o más que una novela; pero se engañó, no fue así.
Primeramente el libro de texto era un libro estúpido, hecho con recortes de obras francesas y escrito sin claridad y sin entusiasmo, leyéndolo no se podía formar una idea clara del mecanismo de la vida [..] Luego, el catedrático era hombre sin ninguna afición a lo que explicaba [..]
Era imposible que con aquel texto y aquel profesor llegara nadie a sentir el deseo de penetrar en la ciencia de la vida. [..] Hurtado tuvo una verdadera decepción. Era indispensable tomar la Fisiología como todo lo demás, sin entusiasmo, como uno de los obstáculos que salvar para concluir la carrera".
Serían las diez de la mañana de un día de octubre. En el patio de la Escuela de Arquitectura, grupos de estudiantes esperaban a que se abriera la clase. De la puerta de la calle de los Estudios que daba a este patio, iban entrando muchachos jóvenes que, al encontrarse reunidos, se saludaban, reían y hablaban. Por una de estas anomalías clásicas de España, aquellos estudiantes que esperaban en el patio de la Escuela de Arquitectura no eran arquitectos del porvenir, sino futuros
médicos y farmacéuticos. La clase de química general del año preparatorio de medicina y farmacia se daba en esta época en una antigua capilla del Instituto de San Isidro convertida en clase, y éste tenía su entrada por la Escuela de Arquitectura.
1.- Enumere los aspectos que Baroja critica de la educación en España.
TEXTO 4º
: Fragmento de “Inquisiciones”, cuarta parte de “El árbol de la ciencia” .
- (...) Yo, en el fondo, estoy convencido de que la verdad en bloque es mala para la vida. Esa anomalía de la Naturaleza que se llama la vida necesita estar basada en el capricho, quizá en la mentira.
-En eso estoy conforme -dijo Andrés-. La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de la ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que se necesita para la vida. ¿Se ríe usted?
-Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día está dicho nada menos que en la Biblia.
-¡Bah!
-Sí, en el Génesis. Tú habrás leído que en el centro del Paraíso había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste. ¿Y tú sabes lo que le dijo Dios a Adán?
-No recuerdo, la verdad.
-Pues al tenerlo a Adán delante, le dijo: «Puedes comer todos los frutos del jardín; pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que tú comas ese fruto morirás de muerte.» Y Dios, seguramente, añadió: «Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá.» ¿No es un consejo admirable?
-Sí, un consejo digno de un accionista de Banco -repuso Andrés.
-¡Cómo se ve el sentido práctico de esa granujería semítica! -dijo Iturrioz-. ¡Cómo olfatearon esos buenos judíos, con sus narices corvas, que el estado de conciencia podía comprometer la vida!
-¡Claro, eran optimistas! Griegos y semitas tenían el instinto fuerte de vivir, inventaban dioses para ellos, un Paraíso exclusivamente suyo. Yo creo que, en el fondo, no comprendían nada de la Naturaleza.
-No les convenía.
-Seguramente no les convenía. En cambio, los turanios y los arios del Norte intentaron ver la Naturaleza tal como es.
-Y, a pesar de eso, ¿nadie les hizo caso, y se dejaron domesticar por los semitas del Sur?
-Yo no creo en esa cordura -dijo Iturrioz- ni creo en la ruina del semitismo. El semitismo judío, cristiano o musulmán, seguirá siendo el amo del mundo, tomará avatares extraordinarios. ¿Hay nada más interesante que la Inquisición , de índole tan semítica, dedicada a limpiar de judíos y moros el mundo? ¿Hay caso más curioso que el de Torquemada, de origen judío?
-Sí, eso define el carácter semítico, la confianza, el optimismo, el oportunismo... Todo eso tiene que desaparecer. La mentalidad científica de los hombres del norte de Europa lo barrerá.
-Pero ¿dónde están esos hombres? ¿Dónde están esos precursores?
-En la ciencia, en la filosofía, en Kant sobre todo. Kant ha sido el gran destructor de la mentira grecosemítica. Él se encontró con esos dos árboles bíblicos de que usted hablaba antes, y fue apartando las ramas del árbol de la vida que ahogaban al árbol de la ciencia. Tras él no queda en el mundo de las ideas más que un camino estrecho y penoso: la ciencia. Detrás de él, sin temer quizá su fuerza y su grandeza, viene otro destructor, otro oso del Norte, Schopenhauer, que no quiso dejar en pie los subterfugios que el maestro sostuvo amorosamente por falta de valor.
ACTIVIDADES
1.- ¿A qué es inversamente proporcional el deseo de saber?
2.- ¿Qué diferencia al hombre de las otras especies animales?
3.- ¿Podrías explicar el símil de la mariposa?
4.- ¿Por qué para Cervantes D. Quijote era un valor negativo? ¿Por qué, en cambio, para Andrés, es un símbolo positivo?
5.- ¿Por qué hay que engañarse para vivir?
6.- ¿Qué representan para el autor el árbol de la vida y el árbol de la ciencia?
7.- ¿Qué aspecto critica de la cultura semita?
8.- ¿Qué cultura opuesta a la semítica y a qué filósofos admira el autor?
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